El año 2022, pasado el tiempo, tal vez vaya a ser valorado como el momento en el que, tras el estrés al que habían sido sometidos los sistemas sanitarios por la pandemia del COVID-19, quedaron en evidencia, por un lado, la fragilidad de los avances conseguidos en determinados indicadores de salud en el plano internacional (porque han vuelto a retroceder) y, por otro, la insuficiente capacidad de respuesta médica y social de los estados -ante situaciones de alta exigencia- para la protección efectiva de la salud pública. Es decir: si bien la pandemia del COVID-19 no ha sido la causante de un daño estructural en los sistemas sanitarios, sí que ha sido evidente su capacidad para poner al descubierto las debilidades ya existentes.
En nuestro contexto más cercano, el abandono y la desvalorización del nivel primario de atención a la salud ha sido progresivo durante los últimos diez años, sobremanera a raíz del dañino Real Decreto de abril de 2012 de medidas para asegurar la sostenibilidad del sistema sanitario, un título francamente paradójico.
Se podría afirmar que sobre este quebranto y desvalorización de la Atención Primaria de Salud se asientan la mayor parte de las dificultades de accesibilidad y de eficacia actuales del sistema sanitario en España.
Por ello, no debe extrañar que todo el año 2022 se haya visto especialmente recorrido por diferentes expresiones de descontento, social y profesional, que no hacen más que alertar del gravísimo riesgo que se cierne sobre nuestro sistema sanitario público. Y da la impresión de que quienes tienen obligaciones sobre lo que está ocurriendo persisten en comportamientos que, en unos casos, son de beligerancia explícita contra el sistema público y, en otros, lo son por pasividad, por la falta de determinación para “quitarse la venda” y afrontar los cambios estructurales que la situación demanda.
La solución para la atención primaria, para las listas de espera y, en general, para la recuperación del daño producido en el sistema público de salud, no es cuestión de bálsamos en forma de planes de choque, de medidas administrativas o de unos cientos de contratos más; estas medidas no son suficientes porque hay un problema organizativo de fondo que exige mirada profunda y perspectiva estratégica: esto no da más de sí; las rentas de aquella reforma brillante, espectacular, ocurrida entre los años 80 y primera parte de los 90 ya se han agotado; de aquello hace 40 años y, desde entonces, han sido muchos los cambios epidemiológicos, demográficos, tecnológicos y también sociales.
Ahora, con los mismos principios, con el mismo fundamento, hay que someter a revisión el modelo para que sea útil, robusto y solvente por cuarenta años más, y ahí estará Médicos del Mundo, contribuyendo a la mejora del sistema sanitario público como garante de la universalidad y la equidad de la atención sanitaria a la población, a toda la población residente en España.
Por supuesto que nuestro compromiso con el derecho a la salud también se expresa a través de los programas de intervención en los territorios, tal y como recoge esta Memoria, aunque, si algo hay que remarcar como novedad, es la aparición del proyecto de inserción sociolaboral para mujeres en situación de prostitución que, a punto ya de finalizar el año, estamos implementando.
En el Sur del planeta la situación es mucho más grave, porque a la mayor fragilidad de los sistemas de salud y a la debilidad manifiesta de los estados, se unen las gravísimas consecuencias del cambio climático, --también de conflictos cruentos--, y de su impacto en los movimientos forzosos de población (migraciones por la supervivencia); o en la progresiva crisis alimentaria y nutricional que afecta a grandes regiones del mundo.
Y hay que denunciar la incapacidad de los países del Norte para cumplir con los compromisos adquiridos en la tantas veces citada Agenda 20/30; porque la desigualdad Norte-Sur, la violencia de la injusticia, la injusticia del empobrecimiento de las poblaciones y la degradación de los estados, sí que dependen de las políticas internacionales y de las estrategias de ayuda al desarrollo. Pero estas han de ser honestas, respetuosas y creíbles.
Nada puede justificar la reducción relativa de un esfuerzo, ya comprometido por inaplazable, para satisfacer necesidades de salud en áreas geográficas en las que se están viviendo situaciones incompatibles con la dignidad y con la vida: la hambruna en el Sahel, la situación de la población en el refugio saharaui o en los territorios ocupados de Palestina, la nueva epidemia de cólera en Haití o la cronificación de la situación en Siria, son ejemplos en los que la diferencia entre el compromiso adquirido y la ejecución real de la ayuda demuestran una injustificable falta de equidad y sostenibilidad en el esfuerzo.
No ha habido en 2022 equidad en la ejecución de la ayuda oficial -como si la salud y la vida adquirieran valores diferentes según la geografía o el color de la piel de las víctimas- y, como consecuencia de ello, nos está costando mantener programas de acción humanitaria cuya necesidad es incontrovertible.
Y el año 2022 quedará también marcado por la gravísima situación humanitaria en un país europeo como consecuencia de la ocupación militar de parte del territorio de Ucrania por tropas del ejército ruso. El conflicto está teniendo consecuencias graves para la población civil ucraniana, y la situación no ha mejorado con el paso de los meses, sino que se ha cronificado, con todo el daño que -el mantenimiento en el tiempo de condiciones de alta precariedad- supone para la salud y las condiciones de supervivencia de los grupos sociales con menor capacidad de resistencia ante situaciones de crisis prolongada.
Médicos del Mundo ve reflejado en su actividad el esfuerzo exigido por esta situación y esperamos mantener la presencia adecuada a las exigencias de cada momento.
Por último, no es posible cerrar esta introducción sin ese tiempo para el recuerdo de las heridas indelebles en el “alma” de Médicos del Mundo: han pasado 25 años de los asesinatos de Flors Sirera, de Manuel Madrazo, de Luis Valtueña y de Mercedes Navarro, y su recuerdo nos sigue emocionando y motivando, lo cual es también una hermosa señal de solidaridad y de buena salud de Médicos del Mundo. La exposición que, con motivo del 25 Aniversario del Premio Luis Valtueña de Fotografía Humanitaria, estamos haciendo circular por toda España hace justicia a su memoria, refleja la altísima calidad de los trabajos reconocidos en estos 25 años, y sirve para remover conciencias, tal y como ellas y ellos hubieran deseado.
Pepe Fernández, presidente de Médicos del Mundo